domingo, 21 de mayo de 2023

La espera

 Domingo, 14 de mayo de 2023

Llevaba días sin escribir, sin querer mirar hacia adentro, muy triste. Me he sentido sumamente sola durante esta semana. He sentido mucha ansiedad y mucha tristeza. Porque quien yo más esperaba que estuviera a mi lado, no estaba. O al menos, no estaba en la manera que a mí me hubiese gustado tenerle. Pero no pasa nada. He cogido todo ese malestar y esa tristeza y le he dado la vuelta. Evidentemente no ha desaparecido, pero ahora pesa mucho menos. ¿Os acordáis del monstruo? Aquel que cuando lo identificas ya no da tanto miedo. Pues esto es igual.

Ayer estuve en casa de una compañera y en su pared tenía dos preguntas “¿Qué vine a buscar al norte? Y ¿Qué encontré en lugar de eso?" Y yo miraba y miraba. Miraba las dos preguntas y las muchas respuestas que había ido dejando la gente que pasaba por ahí. Y no sabía qué contestar. No tenía ni idea. No quería dar mi respuesta porque iba a estar manchada de tristeza. Y la tristeza es un color feísimo. Así que me llevé las preguntas a casa.

Un ataque de ansiedad, una charla con una amiga a través del océano, la película de Mamma mia, helado, una fiesta de cumpleaños con completas desconocidas que se han vuelto mi apoyo aquí, pizza casera para cenar, una tarta de cumpleaños sorpresa, una postal dedicada y una conversación con gin-tonics y música. Esas son las cosas que me han llevado a hacer clic:

Yo vine aquí a demostrarme a mi misma que soy capaz de hacerlo sola. Pero se me olvidó por el camino y se convirtió, de nuevo, en una espera. Espera a que él me escriba. Espera a que esté disponible. Espera a que quiera compartir tiempo. Espera a que llegue el momento de volver a casa. Espera. Espera. Espera. Y quien espera, desespera. Y yo ya he desesperado suficiente. Ya no quiero seguir por ese camino. Ahora voy a intentar vivir.

Vivir, aquí en el norte, puede que no implique hacer mil planes y visitar mil lugares. Vivir, aquí en el norte, significa conocerse. Porque tú mismo eres tu mayor estimulo. Así que voy a intentar aprovecharlo, aprovechar mi tiempo conmigo misma. Estoy viviendo una experiencia que muy pocas personas tienen la oportunidad de vivir. Me estoy poniendo en una situación que me permite mirar adentro y enfrentarme a mis mayores miedos: la soledad y el olvido.

Basta ya de esperar. Porque como dice Miley, I can love me better than you can. Y eso será siempre así. Con todas y cada una de las personas que me cruce en mi vida. Y quiero grabármelo a fuego en el corazón. Que yo sola soy más que suficiente. Que no necesito a nadie para apreciarme y reconocerme. Que yo misma puedo ver y reconocer mis éxitos. Quiero dejar de hablarme como jamás le hablaría a una amiga. Quiero tratarme bien. Quiero tenerme en cuenta. Pero, sobre todo, quiero quererme.

domingo, 14 de mayo de 2023

El monstruo

 Lunes, 8 de mayo de 2023

Iniciamos la segunda semana. Ya no me siento tan perdida en el trabajo y, además, puedo decir que hoy he encontrado una de las piezas que me estaban faltando en el puzzle de este viaje. Llevaba toda la semana dándole vueltas a qué era eso que no me acababa de gustar. Qué era eso que me tenía incómoda dentro, pero también fuera del trabajo. Y creo que hoy he encontrado la respuesta. Y un poquito la solución.

Esto me lleva a pensar que la mayoría de problemas parecen mucho más grandes cuando no consigues acabar de identificarlos. Una vez identificado, el monstruo da menos miedo. Incluso cuando la solución sigue siendo difícil o no está ni en tus manos. Saber a qué te enfrentas, poder ponerle cara y ojos a aquello que no te hacía sentir bien es ganar media partida.

En mi caso, aquello que me hacía sentirme incómoda, dudar de si estaba en el lugar que me correspondía o incluso plantearme que esto no era para mí, era algo tan simple como un mal ambiente de trabajo. Hoy he podido encontrar y encajar esa pieza.

Cuando llego nueva a un trabajo, acostumbro a observar, preguntar y escuchar. Y poquito a poco, voy ocupando mi espacio, el que me merezco como cualquier otra persona del equipo. Aprendiendo de los demás y enseñando cualquier cosa que pueda estar en mi mano. Porque al final, para mí, un equipo es eso: tener la oportunidad de aprender de quien está a mi lado y enseñarle lo que sé. Y si no lo sabemos, aprenderlo juntos. Bien, eso aquí no pasa.

Pese a que mi compañera se mostrase amigable desde el minuto uno y tuviera el discurso de “no dudes en preguntarme, estoy aquí para ayudarte” yo no conseguía sentirme cómoda. No sabía por qué. Pensaba que quizás me había equivocado viniendo aquí. Pensaba que no estaba hecha para este tipo de trabajo[1], que estar físicamente aislada del mundo me estaba pasando factura, pero parece ser que no era eso. O al menos, no el motivo principal.

Hoy he encontrado la pieza que me faltaba. Y es que, pese a las apariencias y el discurso amistoso de mi compañera de equipo, la realidad ha sido otra desde el primer minuto. La realidad era que cada vez que me acercaba a su mesa a consultarle algo, su lenguaje corporal y su manera de reaccionar no eran sinceramente cordiales. Algo no acababa de encajar. La realidad es que no he sido 100% bienvenida en esa oficina. Y hoy me he dado cuenta.

Todos los compañeros con los que me he cruzado desde que he llegado son de Quebec, es decir que su primer idioma es el francés, no el inglés. Cuando hablaban entre ellos, lo hacían en francés, incluso si solo éramos 3 personas en la sala. Era algo que no me acababa de agradar, pero “es normal, si hablan algo que no va conmigo, ¿por qué iban a hacer el esfuerzo de hablarse en inglés? No seas exagerada, no tiene nada que ver contigo. Todo está bien”. Así que yo seguía buscando esa cosa que no encajaba. Hasta hoy.

Bien, lo que no encajaba es el hecho de que el discurso de la compañera en cuestión era completamente elaborado, obligado, forzado, falso. De palabra en ningún momento me ha negado su ayuda, al contrario. De palabra me ha repetido hasta la saciedad que ella estaba para ayudarme y lo hacía encantada. Entonces, ¿por qué yo sentía que no estaba hecha para esto cada vez que tenía una duda? La respuesta es sencilla. Porque cuando te dicen una cosa, pero actúan de manera completamente opuesta, sientes que la responsabilidad de que no funcione es tuya. Que la otra persona está haciendo todo de su parte. Se ha ofrecido completa y desinteresadamente a ayudarte. Pero cada vez que aparece una duda y la consultas, sientes que lo estás haciendo mal. Te vuelves insegura, no acabas de confiar en ti o en tu instinto. Hasta hoy.

Hoy he podido compartir como me sentía con un compañero con experiencia en otras comunidades que ha venido para una semana como refuerzo. Desde el minuto uno de su llegada sentí que podía compartir y preguntarle sin miedo. Sin que él se ofreciera. Me sentía más cómoda con sus respuestas que con las respuestas de quien se había ofrecido desde el minuto uno a ayudarme. Porque sus intenciones de ayudar y hacer equipo son reales.

Hoy le he comentado que se me hacía muy raro cuando alguien se marchaba de la oficina sin decir nada, sin acercarse con un “hasta luego” antes de salir por la puerta. Aunque fuese en francés. Que yo, en España, incluso aunque no estuviéramos trabajando en la misma cosa, estaba acostumbrada a que la gente dijese “hola” y “adiós” al llegar o marcharse de la oficina. Que si era algo cultural el no hacerlo aquí en Canadá. Y su cara ha hablado sola. Evidentemente, no es algo cultural. La gente aquí en Canadá también acostumbra a decir “hola” y “adiós” cuando se va de algún sitio. Ahí está la pieza que faltaba. No era yo la que estaba en el lugar incorrecto o la que hacía mal las cosas. No salía de mí el motivo por el cual yo no me sentía 100% a gusto en este lugar. El motivo principal por el que me sentía así era que, en el fondo, no estaba siendo aceptada. No formaba parte del círculo de mi compañera y, de manera latente y muy bien disimulada (quizás incluso de manera inconsciente para ella) se me estaba comunicando que soy una extraña, que este no es mi lugar, que no pertenezco. Y no estaba siendo la única, porque la cara de mi compañero, y más tarde sus palabras, me iban a confirmar que no estaba sola, que no estaba loca y que el problema no era yo.

El problema residía en un ambiente de trabajo tóxico, falso, irrespetuoso y competitivo. Un ambiente de trabajo en el que hay personas que se creen superiores a otras por haber estado más tiempo en la comunidad. Personas que, aunque de palabra te están invitando a formar parte, el resto de su lenguaje y sus actos te recuerdan a cada momento que no perteneces y que su posición es superior a la tuya.

Así que, pieza encontrada. ¿Qué voy a hacer con esta pieza? Pues todavía no sé cómo voy a encajarla en el puzzle, eso lo veremos conforme vayan pasando los días, como todo. Lo que sí sé es que el peso que sentía de manera diaria, se ha esfumado casi por completo. La voz que me decía que no estaba en el lugar correcto para mí, se ha callado casi por completo. La inseguridad que sentía al dar cualquier paso o tomar cualquier decisión en el trabajo, ha desaparecido casi por completo. Porque el monstruo ya tiene cara y ojos. Porque aunque aún no tenga la solución, sé a qué me estoy enfrentando. Porque el monstruo ya no da tanto miedo y yo puedo decir que he ganado media partida.



[1] Cosa que realmente es así. Pero no por los motivos que yo pensaba. Yo no veo ni trato a la gente con la que trabajo como clientes. Yo no vendo nada. Mi tarea es estar presente cuando ellos quieran ser acompañados durante un momento más o menos vulnerable de sus vidas. No trabajo con bebés que no saben hacer nada a los cuales hacerle las cosas porque “pobrecitos”. Mi objetivo es reconocer su dolor, su situación, acompañarlos en el proceso de ponerle nombre a eso por lo que están pasando y caminar con ellos para encontrar una solución juntos. Mi trabajo no es decirles qué es lo que está mal y darles la solución. Y aquí se les llama “clientes” y se les va a hacer la compra.

domingo, 7 de mayo de 2023

A ratos

 Viernes, 5 de Mayo de 2023

Primera semana superada. Supongo que es momento de hacer algún tipo de balance. O de intentar tener medio claro si esto me está gustando o no. Pero no tengo ni pajolera, la verdad.

A ratos tengo ganas de llorar, como esta mañana. Me he despertado y solo quería irme a mi casa, con mi pareja. O a Extremadura, con mi perro y mi amiga. O a mi querida Barcelona, con mi familia y toda mi gente[1]. Donde fuera, pero que se sintiera hogar.

Otros ratos simplemente no tomo conciencia ni donde estoy y sencillamente hago mi día a día. Trabajar, cocinar, comer y limpiar. Luego están los ratos con los que intento quedarme: Ratos como cuando miro por la ventana y veo los atardeceres que me regala este remoto lugar y que no muchas personas tendrán la oportunidad de disfrutar jamás. Ni tan solo planteárselo. Ratos en los que me doy cuenta de dónde estoy, de cómo he llegado aquí y de qué hago aquí. Y alucino.

También están esos ratos en que alguien de mi entorno me pregunta cómo estoy. Contesto que “A ratos” y me recuerdan lo valiente que he sido viniéndome aquí. Lo valiosa que puede llegar a ser esta experiencia. O ratos en los que siento que todo esto no es para tanto, que no es de ser tan valiente. Que quizás estoy perdiendo el tiempo. Que estas seis semanas no van a suponer ningún aprendizaje.

Ratos en los que me doy cuenta de qué cosas me gustan de Montreal, que puedo reafirmar que dejar Barcelona para venirme a Canadá, a día de hoy, sigue habiendo sido buena idea.

Estoy pasando muchas horas conmigo misma. Más que nunca en mis casi 30 años de vida. Porque, evidentemente, los meses que pasé por la depresión sola en casa, no cuentan.



[1] O a Granada, Madrid o Pamplona…

viernes, 5 de mayo de 2023

Primera lección

Lunes, 1 de Mayo de 2023

Segundo día de oficina. He estado leyendo informes y he hecho mis primeras llamadas y contactos telefónicos. De momento, tiene pinta de ser un trabajo entretenido, pero demasiado asistencial para mi gusto… En los informes no dejo de ver como traen y llevan a los “clientes” -como aquí les llaman, cosa que me produce escalofríos- a hacer recados, se ocupan de sus compras y se encargan de hacer sus llamadas y gestiones. La manera de trabajar aquí es muy diferente a lo que estoy acostumbrada y a lo que considero ideal bajo mi mirada de educadora social. Evidentemente yo cambiaría alguna que otra cosilla, pero de momento voy a jugar la carta de los tres monos hasta conocer un poco mejor como funciona la cosa.

Por otro lado, hoy me han dicho que me quedo en este apartamento hasta el día 22 de Mayo, para que pueda tener internet (pagándole a la enfermera que vive abajo) y a partir del día 22, ya veremos… La verdad, no sé si me ha alegrado o no. Las vistas de esta casa me parecen preciosas pero el hecho de que la cocina esté tan marrana… Pero bueno, parece ser que si hago fotos y las envío al departamento que se encarga de los alojamientos, me pagan las horas que pase limpiando el apartamento. Parece ser que se arregla todo a base de dólares.

Respecto al acto tajante de ayer de mi compañera, después de darle vueltas y dejarlo enfriar durante unas horas, creo que me ha regalado una lección que añadir a la lista de “Cómo diferenciar y gestionar las cosas que dependen/no dependen de mí”. El hecho de que ella dibujara esa línea con el marcador rojo sangre más grueso que encontrara en su estuche, simplemente es su manera de hacer y protegerse ante lo que ella considera una amenaza a su bienestar. Supongo que sus motivos tendrá… ¿quién soy yo para juzgarlos[1]?

En otras circunstancias, a mí no me hubiera afectado de la misma manera, lo tengo claro. Me pregunto cuál es la tecla que ha tocado en mí esta situación, qué traumita o punto débil me resuena por dentro con todo esto… Estando aquí sola, el hecho de que la única persona con la que parecía poder llegar a tener algo de vínculo más allá de horas de trabajo, se ha esfumado de manera brusca y constante, dejándome meditando y pensando en qué momento he cruzado la línea, en qué momento he abusado de su simpatía y planteándome qué tan mal lo he hecho.

Para mí ha simbolizado, básicamente, otra pérdida. Otro recordatorio de cuán lejos de casa estoy y de cuánto echo de menos a mi gente. Dando paso de nuevo a la búsqueda de un cable a tierra que me ayude en los momentos más vulnerables -que no son pocos aquí en el ártico-.



[1] También te digo que qué necesidad tenía yo de lidiar con la mala gestión y concepto de autoprotección que tiene la muchacha, que ya podría revisarse una poquita más -como todos, vaya-. Pero esa no es mi lucha y aquí cada uno hace lo que puede con lo que tiene.

miércoles, 3 de mayo de 2023

¿La habré cagado?

30 de Abril de 2023

Está casi acabando mi primer fin de semana aquí, cuatro días desde que llegué y wow, está siendo un torbellino de emociones de manual. Hasta ahora, el momento más complicado -con diferencia- ha sido el hecho de que el primer día estuve incomunicada (sin internet ni cobertura) hasta casi las 9 de la noche. Realmente fue un shock que me dejó al borde del ataque de ansiedad. Llorando a moco tendido y planteándome si había cometido un error viniendo aquí haciéndome la aventurera y la valiente. Sin ser consciente de lo que realmente significaba aceptar un trabajo en un lugar como éste. Un error que me iba a tener apartada de mi mundo y mi gente durante seis largas semanas. Un error que, quizás, iba a hacer realidad uno de mis peores miedos: la soledad impuesta. 

En los momentos más bajos, no puedo evitar preguntarme si me he venido muy arriba y he querido abarcar más de lo que realmente soy capaz. Si quizás es demasiado pronto y todavía no cuento con la fuerza suficiente como para hacer frente a un cambio tan grande y a la vez, ser capaz de encontrar el equilibrio entre dejar fluir y gestionar mis emociones. No puedo evitar pensar que quizás es una cagada venir aquí. La sensación de estar atrapada a veces me supera con creces. Hasta que a los cinco minutos soy consciente de el viaje que esto significa (y no solo físicamente) y se me pasa. Hasta que vuelve.

 

Y volvió. Al final del día he roto a llorar (ya van 4/4). Mi compañera de equipo, la que me está acompañando en mis primeros días -la cual yo pensaba que también ofrecía su “amistad” fuera de horas de trabajo, puesto que ella misma me ha invitado y propuesto planes para mi estancia- me ha puesto un límite de manera un poco brusca para mí, pidiéndome que restrinja los mensajes únicamente a emergencias, y que solo le escriba una vez lo haya intentando yo todo.

Primer contacto

 Jueves, 27 de abril de 2023

Acabo de llegar al que será mi apartamento durante una semana y media, o eso me han dicho. Había una chica viviendo aquí desde hacía una semana, hoy se marchaba de vacaciones y me quedo sola. Me ha contado que hasta antes de que ella entrara, vivía otra chica aquí. La enfermera jefa. Había estado viviendo durante un año en este apartamento y lo dejó que da asco verlo. Literalmente. Manchas de mierda en el wc, sartenes guardadas grasientas y con restos de comida, pelos por todas partes, etc. Asqueroso.

Pero lo peor de todo no es eso. Para colmo, el WiFi no funciona. Uno de mis mayores miedos durante estos días era sentirme aislada e incomunicada… pues toma. Empezamos bien.

Ahora en teoría vendrá L (mi compañera de SS.SS.) a recogerme, llevarme a hacer la compra y a enseñarme un poco la comunidad. Me ha hablado de los atardeceres aquí, tiene pinta de que van a ser bien bonitos.

Espero, sinceramente, que el tema del wifi se solucione o que, directamente, me lleven hoy al que supuestamente será mi apartamento durante estas seis semanas. No me gustaría tener que andar mudándome a cada rato. Pese al tema del alojamiento, las primeras sensaciones son buenas. L al menos parece muy agradable y estará conmigo el primer mes. Como si yo fuese a estar aquí muchos más meses jajaja

martes, 2 de mayo de 2023

Hazlo con miedo

Miércoles, 26 de abril de 2023

Estoy acojonada. Sí, así como lo lees. A-CO-JO-NA-DA. O sea, cagada de miedo, muerta de susto y, por qué no, una poquita aterrada también. Mañana me voy a trabajar al norte de Canadá, casi en zona ártica. Solamente puedo pensar en lo fuerte que me parece, especialmente si miro hacia atrás. Y es que hace tan solo cuatro meses estaba empezando a salir de una depresión. O como diría mi psicólogo Diego, de un estado depresivo, que no es lo mismo.

La cosa está en que sentirme así me hizo aislarme del mundo y alejarme de mí durante tres largos meses. Creo que puedo decir que esa fue una de las etapas más oscuras de mis 29 años de vida, si no la más oscura. Me vi superada por la tristeza y por la rabia de sentir que estaba absolutamente perdida. A pesar de estar viviendo un momento en que parecía que todo estaba en su lugar. Me había independizado -por fin- hacía tres meses. Vivía en un barrio de Barcelona que me gustaba mucho. Me acababan de hacer indefinida en un trabajo que me gustaba. Formaba parte de un equipo donde me sentía validada, reconocida y cuidada, donde empezábamos a recoger los frutos de un duro trabajo. Tenía una rutina agradable. Un perro sano y maravilloso. Estaba en una relación estable que me hacía feliz.

Se suponía que tenía todo aquello que debemos tener para ser felices y, aun así, algo no andaba bien. Hasta que llegó el fin de semana de mi 29 cumpleaños y todo explotó. Adoro celebrar mi cumpleaños. Tuve un fin de semana lleno de celebraciones, estuve rodeada de mi gente, recibí regalos que me encantaron y comí mucha comidita rica. Se suponía que debía ser la persona más feliz del mundo porque tenía todo lo que me hacía jodidamente feliz y era mi cumpleaños. Pero no. Algo dentro de mí impedía que mi niña interior chillara y riera de alegría con todo aquello que me rodeaba.

Ya no podía seguir ignorando ese vacío, así que tuve que parar y mirar hacia adentro. Llevaba tanto tiempo ignorando las señales que en cuanto paré a mirar, caí en el pozo más profundo que jamás había visto. Y ni siquiera sabía por qué estaba ahí.

Al principio, era tristeza. Luego, llegaron los miedos. Tuve miedo a cosas que jamás me habían supuesto ningún tipo de problema y que convirtieron mi día a día en una guerra conmigo misma. Lo hacían todo todavía más complicado. No me duchaba. No comía. No me movía del sofá en todo el día. Solamente salía un par de veces al día para pasear a Doohan, que es el mejor compañero que jamás tendré, pero si estás leyendo esto, seguramente ya lo sabes. Doohi, te quiero y te echo de menos con toda mi alma cada día que pasa, pronto volveremos a caminar juntos, mi cachorro.

El caso es que, cuando salía, lo hacía tapada y sin apartar la vista del suelo para no cruzarme con nadie y volvía rápidamente a mi cueva. Volvía a lo que yo creía que era mi entorno seguro, mi comodidad. Pero desgraciadamente no hay nada seguro ni cómodo en una depresión que te impone la rutina diaria de fusionarte con el sofá. Que te llena de tristeza, desgana o miedo… hasta que llega su íntima amiga, la Nada. Una Nada que arrasa con todo. Lo que ella no sabe es que, al arrasar con todo, deja a su paso un lienzo en blanco. Te da una oportunidad para volver a comenzar de cero… Y yo lo hice, vaya que si lo hice.

Me tomé tan en serio eso de empezar de cero que mañana cojo otro avión. Sí, otro, porque hace un mes que cogí uno para salir de mi Barcelona querida y me vine a Montreal, Canadá. Hace un mes que di un cambio a mi vida y empecé de cero. Lo que yo no sabía es que iba a acabar cogiendo un segundo avión que supondría otro cambio de vida. Y es que, como ya he dicho, mañana me voy a trabajar durante seis semanas a una comunidad localizada en el norte de Quebec, llamada Kuujjuarapik. Voy a trabajar como educadora social en un entorno completamente distinto a todo lo que conozco a día de hoy. No puedo evitar sentir miedo por absolutamente todo. No puedo evitar hacerme mil preguntas: ¿Seré capaz de hacerlo? ¿Me superará la soledad? ¿Y si no soy capaz y quiero volver antes de tiempo? ¿Me adaptaré rápido? ¿Y si no estoy preparada y me viene grande?... y como esos, una larga lista de interrogantes regidos por el miedo.

Miedo, ese no tan viejo amigo. Aquel que hace unos meses me paralizó por completo hasta destruirlo todo. Con el que hoy camino de la mano, directa a subirme a ese avión que me llevará a vivir vete tú a saber qué. Y es que como dice mi psicóloga favorita, si tienes miedo no dejes de hacerlo, simplemente hazlo con miedo.


La espera

  Domingo, 14 de mayo de 2023 Llevaba días sin escribir, sin querer mirar hacia adentro, muy triste. Me he sentido sumamente sola durante ...